La negociación colectiva con titularidad sindical y el fin del Multirut son los grandes avances del programa de la Nueva Mayoría (NM) en esta materia. Sin embargo, hay coincidencia en el mundo del trabajo en que sólo son los primeros pasos para llegar a un pez más gordo: el cambio de las reglas del juego impuestas en dictadura. ¿Por qué sólo se movieron las primeras piezas del ajedrez? La respuesta está, según fuentes sindicales y de la NM, en una concesión al empresariado dispuesto a liberar más dinero, pero no a entregar poder en el control de la relación laboral.
A las 10:10 de la mañana del martes, la Central Unitaria deTrabajadores comenzó la sesión de su Consejo Directivo Ampliado en el Círculo Español. La jornada –ante poco más de doscientas personas– transcurrió sin sobresaltos: primero, el Himno Nacional; luego, un informe de la presidenta de la Central Unitaria de Trabajadores, Bárbara Figueroa; para seguir con una exposición del actual secretario general de la central, Arturo Martínez. ¿El tema de esta última exposición? Los contenidos de la última reunión entre la multisindical y quien lidera el equipo programático de Michelle Bachelet, Alberto Arenas.
El tema ha estado al centro de las tensiones de los últimos meses para la CUT. El gallito que peleó con el comando de la candidata opositora no fue en silencio. Los trabajadores presionaron por ser oídos en sus demandas y en la necesidad de poner sobre la mesa su principal intención: avanzar hacia un nuevo código laboral y eliminar el que existe desde 1979 como herencia de la dictadura. Parte del triunfo de eso –como la negociación colectiva con titularidad sindical– fue celebrado en la reunión de la multisindical, donde sus dirigentes remarcaron que los avances se debieron a la presión con que llevaron adelante su agenda. Sin embargo, también se abrieron críticas hacia las falencias: la ausencia de negociación interempresas y ramal; además del fin del modelo previsional impuesto en dictadura, lo que incluye su negativa a una AFP estatal, que es lo que se incluyó en el programa de Bachelet.
¿Qué impide llegar más allá para reemplazar al código laboralexistente? Según diversas fuentes del mundo sindical y de la Nueva Mayoría, es un hecho que la Reforma Tributaria ha ido ganando terreno por sobre una Reforma Laboral, porque es lo que los empresarios están dispuestos a ceder. “Prefieren soltar más dinero, pero no derechos”, comenta un importante dirigente sindical que, además, cuenta que las negociaciones las llevan quienes “deben dar viabilidad a una Reforma Tributaria”. Es decir, el equipo encabezado por Alberto Arenas, el economista PS que ha liderado el grupo programático de Bachelet.
EL SILENCIO POSTPROGRAMA
Silencio. Eso ha caracterizado la reacción del mundo empresarial los días posteriores a que Michelle Bachelet diera a conocer los contenidos de su programa de gobierno, en el Teatro Huemul el 27 de octubre pasado.
Ese silencio se ha roto sólo con algunas declaraciones. Por ejemplo, el presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio, Andrés Santa Cruz, no mostró mayor sobresalto: “El tema laboral tal como está planteado, no nos pone nerviosos”, dijo días después de que la candidata de la Nueva Mayoría presentara sus lineamientos.
El impacto del programa de Bachelet ha sido profundo y muy bien recibido por los capitales financieros. De hecho, hace unos días, JP Morgan le dio el visto bueno al plan económico de Bachelet y dijo que contenía “muchas ideas pro mercado”. En un documento detalló que “el crecimiento económico es clave para derrotar la pobreza, mejorar la desigualdad, aumentar los estándares de vida y convertirse en un país desarrollado”.
La calma no es casual, sino que responde a esta suerte de ley de los equilibrios, donde se privilegiaron aspectos y reformas por sobre otras para asegurar su viabilidad. En otras palabras, sacar adelante la Reforma Tributaria bien vale postergar una verdadera y profunda enmienda a las reglas del juego laboral. “El empresariado prefiere perder plata, pero no poder”, comenta una fuerte que conoce del tema.
En la Nueva Mayoría reconocen que todas las señales que mandó el empresariado durante meses apuntaban a que estaban dispuestos a “aceptar cualquier reforma que impulse Bachelet, menos una laboral”.
Es más, otras voces acotan que “la posibilidad de un Nuevo Código Laboral era el gran temor del empresariado”. Es que a la hora de las señales, explican que desde el empresariado se entendió que no se puede mantener el statu quo. Que se debe hacer concesiones, cambios y reformas, en pos de un bien superior: la paz social.
Nadie habla de pacto, acuerdo ni negociación, pero tampoco se desmiente que se privilegió una cosa por otra, para dar tranquilidad a los empresarios, que escucharon, de boca de la propia presidenta de la CUT en la pasada ENADE, pedir una Reforma Laboral como pilar fundamental para que Chile –uno de los países más desiguales de la OCDE– crezca en una cancha pareja.
Desde que Michelle Bachelet volvió a Chile a fines de marzo, la Reforma Laboral siempre fue un tema que esquivó, que no profundizó y que nunca se planteó como parte los pilares de su propuesta, como sí lo son los cambios tributarios, constitucionales y en educación.
Si bien en el bacheletismo saben que en materia programática no se puede “cerrar la puerta a priori a ningún tema, porque hay que dejar margen de acción y maniobra para gobernar”, efectivamente se estableció una premisa clave para definir la ruta de propuestas para el próximo mandato: marcar con realismo lo que se puede hacer en cuatro años y lo que no, precisamente porque el tema de las expectativas ciudadanas es un boomerang que puede volverse en contra de la propia candidata.
Bajo esa premisa es que no hay dos voces en la Nueva Mayoría al momento de reconocer que “la gran reforma laboral no se hará en el próximo gobierno”, no se puede, dicen, porque no dan los tiempos. “La Reforma Tributaria va a consumir toda la energía y esa es la verdad”, agregaron desde el bacheletismo.
En la misma línea, añaden que “un Nuevo Código Laboral es un asunto de largo aliento, un trabajo sistémico que no se hace de un día para otro”. Por lo mismo, con la regla del control de las expectativas y la medida de lo posible, se concedió no poner el tema en el primer lugar y al mismo nivel de las tres enmiendas que forman parte del eje del programa.
UNA POR OTRA
Se hizo una concesión, pero a la par se valora que hacia el otro lado de la balanza –donde están las peticiones desde la izquierda y el mundo laboral– se dieron señales importantes.
“La propuesta de gobierno de Bachelet en materia laboral no es menor, apunta al corazón de las demandas, son modificaciones concretas”, destacan en la Nueva Mayoría. No se refieren al anuncio de los cambios al polémico Multirut, porque era un punto que todo el mundo daba por hecho, sino que al fortalecimiento del sindicalismo.
El programa establece a nivel laboral que un primer grupo de políticas se orientarán a “emparejar la cancha entre los actores sociales, ampliando la sindicalización y la negociación colectiva. Un segundo grupo busca aumentar la participación laboral, la calidad del empleo, los salarios (salario mínimo y pago de gratificaciones) y aumentar la productividad. Un tercer grupo tiene la finalidad de fortalecer y mejorar la institucionalidad laboral, avanzando hacia un cumplimiento efectivo de la ley”.
La negociación colectiva con titularidad sindical, cumple el rol de estrella entre los anuncios. Por eso, la concesión de la reforma laboral –explican– no ha sido causa de ruido en la mayoría de los sectores de la coalición. “Es un tremendo avance”, comentan. Implica el fortalecimiento del sindicalismo, y un progreso, realista pero relevante. Eso va unido al Multirut y el anuncio de que terminará “a la brevedad con el uso artificioso” de este, que –reza el programa– se ha traducido “en limitaciones al ejercicio de derechos laborales básicos de los trabajadores, como los de sindicalización y de negociación colectiva”.
La propuesta en este punto es una indicación al proyecto que se encuentra en el Congreso, que apunta a que se considere como “una empresa a las firmas cuando tengan un mismo controlador, se presten los mismos servicios o se hagan productos similares y se tenga una dirección laboral común”.
Por todo esto, en la Nueva Mayoría comentan que el programa laboral de Bachelet tiene elementos que “no son fáciles de tragar por el empresariado, precisamente por el fortalecimiento de los sindicatos”, pero las aguas no se han vuelto turbulentas ni se pondrán tampoco, porque se cedió efectivamente en dar señales para morigerar los temores del sector.
EL ROL DE LOS TRABAJADORES
No es menor tener las aguas calmas en medio de cambios, considerando que muchos en la coalición advierten que el área laboral no será nada fácil, porque ven que “los gremios están esperando la instalación del nuevo gobierno para desplegar sus demandas y movilizaciones”.
Hay coincidencia entre algunos dirigentes sindicales en que desde el comando hay presión por convencerlos de que el triunfo de Bachelet será en primera vuelta; y por eso la necesidad de mostrar acercamientos con la multisindical.
Este esfuerzo es coincidente con el desplegado la semana pasada por Andrea Repetto –economista que ayudó a dibujar la Reforma Tributaria de la Nueva Mayoría– sobre los economistas socialistas más críticos al programa y así dar señales de apertura. En el Instituto Igualdad, expuso ante ellos sobre el impuesto a la renta. Entre las conclusiones hizo hincapié en que una mayor contribución de quienes más tienen, es una señal hacia un desarrollo más inclusivo.
Para el vicepresidente de la CUT, Nolberto Díaz, más allá de si una negociación privilegia avanzar en una Reforma Tributaria por sobre la laboral, los interlocutores válidos siempre serán los trabajadores. “Chile está molesto porque tiene que pagar por la salud, por la previsión, la educación, y siempre hay un privado que lucra. Si la Nueva Mayoría va a gobernar, lo que tiene que haber es un acuerdo sustantivo con los trabajadores en estos temas”, dice Díaz.
De hecho, el próximo año se augura que el movimiento social salga con fuerza a la calle a hacer cumplir las promesas de Bachelet, ya que mucha de esta presión caerá no sólo sobre ella, sin que también sobre los parlamentarios. En ese escenario, la fuerza de los trabajadores será crucial.
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